Meditar no es poner la mente en blanco. Meditar no es dormir. En la meditación nada se califica. Nadie está obligado a meditar. La gente busca cosas en la meditación, y en la meditación no se busca nada más que el silencio. Y la meditación de cada persona, sea como sea, es maravillosa.
Erika Rojas R.
El primer párrafo es un buen resumen de lo que significa meditar, una práctica de la cual se habla cada día más, pero que para muchos parece imposible de alcanzar, difícil de sostener o simplemente moda. En los tres casos hay muchos mitos de por medio.
Es verdad que la oleada de coaches vibrando alto y pidiéndonos una sonrisa eterna, combinado con chía, matcha, leche de almendras, kombucha, kale, y toda la parafernalia del mindfulness da la sensación de mucho palabrerío de moda y poca lógica. Pero no.
La meditación es una práctica antigua traída a occidente en años recientes. Es una práctica física y mental en la que se busca la calma y el silencio. En nuestro país una de las formas de meditar más conocidas es el mindfulness, o atención plena, pero existen cientos más.
“Mindfulness es una práctica en la que dirigimos la atención de forma voluntaria a nuestro cuerpo, nuestra respiración o algún sentido. Aprendemos a observar pensamientos, sonidos o una imagen, porque podemos meditar con los ojos abiertos, no solamente con los ojos cerrados”, explica Jilma Alfaro, psicopedagoga y máster en mindfulness de la Universidad de Zaragoza, España.
El mito más grande alrededor del mindfulness es que debemos conseguir poner la mente en blanco. “Los seres humanos tenemos pensamientos cada tres o cuatro segundos, por eso no podemos poner la mente en blanco ni controlar los pensamientos. Aprendemos a verlos pasar, pero en ningún momento los vamos a suprimir. Esa es una falsa expectativa que algunos usan como mercadeo, pero la realidad es otra”, añade Alfaro.
En su experiencia, la experta considera que el mindfulness es una herramienta en la cual buscamos conectarnos con el momento presente, sin juzgar(nos). “Uno de los componentes básicos es tener mente de principiante. Todo lo que hago lo hago como si fuera la primera vez, para verlo siempre con curiosidad. Otro de los ingredientes es la amabilidad, tengo que ser amable conmigo mismo para desactivar la voz autocrítica. Y el tercer componente de la práctica es no tener juicios ni expectativas, porque no hay práctica buena ni mala”.
Buscar este espacio, en el cual hacemos una pausa al trajín del día, al trabajo, a los estudios, a la familia, a los deberes y presiones, es una práctica recomendada para (casi) todos. Pero hay contraindicaciones. “Yo personalmente creo que a las personas que están muy medicadas o que tienen alguna enfermedad mental les podría costar este tipo de prácticas. Mi recomendación es que primero consulten con su médico o psicólogo, porque la idea es que sea una experiencia provechosa”, asegura Jilma, quien ofrece cursos y talleres de mindfulness para todos los niveles en Mindfulness para el Bienestar.
Enamorarnos del silencio
Yolanda Hurtado es psicóloga holística y facilitadora de meditación. Cuenta que la meditación la rescató de una vida en la que el trabajo consumía todo su tiempo. Pero poco a poco y gracias a los minutos que empezó a dedicarle a la meditación, aprendió a sumergirse en el silencio y a disfrutar de él.
“Hay una sensación de soledad humana a la que yo llamo soledad acompañada, que es cuando la gente busca estar con ruido, llega a la casa y enciende el televisor o pone música, anda con los audífonos puestos todo el día. ¿Por qué hacemos eso? Porque no sabemos estar en silencio y nos incomoda estar con nosotros mismos”, explica Hurtado.
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Pero el silencio es justo lo que permite que los seres humanos entremos a un estado de mayor serenidad. Como cuando meditamos. “La respiración consciente y la observación consciente de nuestros pensamientos o nuestros latidos del corazón, sin calificar nada, hace que le bajemos el volumen al ruido que tiene nuestra mente. La mente es un lugar maravilloso, pero lleno de ruido, de problemas, sobreinformación, pensamientos negativos, miedos y creencias. El silencio es ir poco a poco bajando ese volumen de esa mente analítica y generar una armonía que nos permita experimentar una sensación agradable de la vida, de nuestro cuerpo, de nosotros mismos”, señala.
Cuando uno “alimenta el hacer y no alimenta el ser”, hay un desbalance energético, emocional e intelectual, incluso es posible que nos volvamos personas menos creativas y más aburridas. “Y el silencio nos devuelve esa conciencia”, sostiene Hurtado.
“Detenga la jornada laboral unos 10 minutos entre bloques de 45-50 minutos de trabajo, para ir a tomar agua, ir al baño y respirar. Si uno no para, la vida lo para. Yo aprendí que tengo que estar muy atenta a mí porque soy trabajólica, por eso empecé a buscar la meditación para alcanzar esa línea de balance. La meditación me ha rescatado, porque el ruido mata”, finaliza.
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6 preguntas y 6 respuestas clave sobre meditar con Yolanda Hurtado
¿Qué hay que hacer en la meditación?
Nada. No hay que hacer nada. Por eso es que cuesta. Por eso dudamos de que la meditación sea sana. Es un espacio en el que nos convertimos en observadores, de nuestra respiración, nuestros latidos del corazón y pensamientos.
¿Y qué hacemos con esos pensamientos?
Los observo, no los analizo. En la meditación nada se califica.
¿Recomienda iniciar con meditaciones guiadas?
Sí, yo recomiendo que se dejen acompañar por algunas meditaciones guiadas. El recurso principal está dentro de cada uno, pero la guía al inicio es una buena opción.
¿Cuánto es el tiempo mínimo requerido por sesión?
Inicie con pinches 15 minutos diarios. Esto es progresivo, como cuando la gente empieza a hacer ejercicio, el primer día no hace una maratón, el primer día empieza con poco y ahí va.
¿En qué momento es mejor?
Toda hora es buena, pero el inicio del día es más favorable. Lo que sí es necesario es ponerse un horario. Así como agendamos la hora de ir al gimnasio, es importante agendar el espacio para la meditación. Como regla de oro.
¿Dónde podemos meditar?
En plena ciudad, o en cualquier lado. Pero podemos crear un espacio de luz en la casa. Porque en la casa hay espacio para todo, para chunches, cuartos, mesas… y un espacio de luz solo requiere una esquina con una alfombra o un petate para sentarnos y hacer pausas conscientes.