Todos tendríamos mejores relaciones si practicamos, incondicionalmente, la responsabilidad afectiva con los demás. Con todos, no solo con nuestras parejas o futuras parejas.
Erika Rojas R.
Probablemente has escuchado o leído este término en los últimos años. Siempre ha existido, pero el término, como tal, es un poco nuevo, y básicamente se refiere a una serie de conductas que tienen en cuenta el mundo emocional de las otras personas, pero también el nuestro.
Pablo R. Roca, un psicólogo español muy conocido por educar sobre salud mental a través de apropiadas viñetas en la cuenta Occimorons, lo explica de esta manera:
Responsabilidad afectiva es:
- Tener en cuenta el mundo emocional de la otra persona sabiendo que puede ser muy diferente al tuyo.
- Ser consciente de que lo que hacemos o decimos tiene consecuencias, y debemos asumir nuestra responsabilidad.
- Saber que los vínculos que construimos con las otras personas implican cuidados.
- No ilusionar a alguien o hacer planes de futuro cuando no quieres nada serio con esa persona.
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¿Hace sentido, cierto? Pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Especialmente porque hay días de días y porque todos somos diferentes. Sin embargo, deberíamos priorizarla y ser incondicional en este aspecto. No se vale un día sí y otro día no ser responsables afectivamente.
La doctora Leidyn Aguilar Vargas, licenciada en Psicología, máster en terapia breve estratégica y máster en comunicación estratégica, explica que todos los días estamos expuestos a comunicarnos y relacionarnos con muchas personas, desde familiares hasta compañeros de trabajo, amigos y pareja. Y con todos deberíamos tener conductas alineadas a la responsabilidad afectiva, pues no es un término exclusivo para las relaciones amorosas.
“Cuando no hay escucha activa, cuando no hay empatía, cuando interrumpo mientras alguien me quiere comunicar algo, cuando más allá de escuchar estoy preparando una respuesta defensiva. En todos esos casos hay una comunicación deficiente, y por tanto no hay responsabilidad afectiva”, afirma Aguilar.
“Por el contrario, cuando escucho activamente, pongo atención, y no me refiero solo a escuchar con los oídos, me refiero a hacer contacto visual, poner corazón y comprender lo que la otra está sintiendo, estoy siendo empático y responsable”, añade.
La especialista sostiene además que la comunicación no verbal entra dentro de la responsabilidad afectiva. Cómo vemos, los gestos que hacemos y nuestra postura al entablar una conversación con otros puede hablar también de nuestro interés o desinterés.
Relaciones de pareja
Las relaciones de pareja, o posibles relaciones de pareja, son espacios en los que la responsabilidad afectiva se puede ver muchísimo más fácil, sin embargo, como se lee unos párrafos atrás, no es que sea exclusiva para este ámbito.
Leydin Aguilar explica que las relaciones saludables se caracterizan por una comunicación efectiva, por el respeto y, entre muchas otras cosas, porque tienen la capacidad de discutir y conversar ante diferencias, acciones y toma de decisiones. Cuando esto no ocurre, “están destinadas a la ruptura”.
“Conozco personas que dicen ‘me siento juzgada cuando expreso lo que siento, por cualquier cosa que diga. Entonces ya no confío, mi autoestima está deteriorada’. Y la realidad es cuando no tenemos espacios seguros para la comunicación, las emociones se van afectando y la relación también”, afirma Leydin Aguilar.
De nuestro lado la tarea es igual de importante. “Si no somos capaces de reconocer nuestras emociones y de lo que estamos sintiendo, podríamos lastimar a nuestra pareja. Por eso siempre digo que, si yo no soy responsable de lo que siento, no puedo ser responsable con los demás. Atribuir y culpar a los demás de lo que me pasa es un buen ejemplo de qué no es responsabilidad afectiva”, explica la psicóloga.
Uno de los escenarios en el que debemos poner en práctica la responsabilidad afectiva es cuando estamos ligando o tenemos “casi algo” con una persona. “Cuando empezamos a entablar comunicación con alguien es muy importante ser sinceros y expresar lo que queremos con claridad. En estos casos es cuando más podemos ver el famoso ghosting, que es cuando alguna de las dos personas decide no continuar con la relación y, sin dar explicaciones o informar formalmente de sus intenciones, decide marcharse y no responder más a mensajes o llamadas. Cuando esto pasa es porque la persona no tiene responsabilidad afectiva”, asegura Aguilar.
Finalmente, la psicoterapeuta recuerda que debemos tener presente que, aun cuando practicamos la responsabilidad afectiva y nos preocupamos por gestionar de la mejor manera nuestras emociones y las que compartimos con los demás, no es posible hacernos responsables de las emociones de los demás. “Esto es un tema de autorresponsabilidad también”.